viernes, 7 de octubre de 2011

Zurgayan. El marinero solitario

Siento mucho haberme ausentado durante tanto tiempo, pero no quise perder la oportunidad de visitar la península de Ublón y embarqué hace unas semanas en un convoy que iba cargado de alimentos que viajarían mucho más al sur, al mismo centro de Balduner, para los banquetes de las fiestas de la cacería de Valtasur de los Caballeros.
En el pueblo costero de Breingló encontré una de las grandes maravillas de la ingeniería del mundo antiguo, el Faro de Kisost o como lo llaman allí el faro de la Campana de Fuego. Una obra de la arquitectura de los antiguos pueblos costeros que aun se mantiene en pie y cuya edad es desconocida incluso para los más ancianos del lugar. En torno al Faro de la Campana de Fuego se han forjado algunas historias como la de Zurgayan el marinero ciego:

Deilina era la hija de un poderoso noble que con el paso de los años había ganado enemistad con multitud de personas dentro y fuera de sus tierras. Era bastante codicioso y su actitud muy contraria a entablar amistad con el prójimo, a pesar de ello Deilina era el fruto del amor que sintió por la única persona que le había sabido comprender y por lo tanto era su hija su posesión más preciada y con nadie la quería compartir aunque ella ya estaba en edad suficiente para merecer.
Hay que decir de la joven que era famosísima por su belleza y sus virtudes, los súbditos de la familia olvidaban los abusos y castigos del noble cuando la miraban o pensaban en ella pues inspiraba una paz y una ternura que calmaba cualquier pena. Era tranquila y brillante de entendederas, cordial, agradecida y comprensiva. Sus virtudes personales no tenían nada que envidiar a su apariencia, sus ojos eran grandes y de un verde intensamente alegres, su nariz dicharachera y sus labios eran carnosos y de un rojo encarnado. Su lindo rostro estaba enmarcado por unos largos cabellos rojizos que en contraste con su blanca piel hechizaban a cualquiera. Su figura era equilibrada y grácil, y sus manos de finos y largos dedos eran delicadas en apariencia pero muy habilidosas y certeras. En definitiva todo en ella la convertía en una criatura que poco tenía que envidiarle a la perfección.
No es de extrañar por esto que en el vecino pueblo de Neltarmel organizaran competiciones para decidir quien iría a Breingló a desposarse con la bellísima Deilina ya que sabían que su padre se negaba en rotundo y en ningún caso organizaría competiciones, así que entre los enamorados y galanes que la deseaban decidieron elegir al que más se merecía estar con aquella divinidad encarnada de modo que midieron sus cualidades para elegir a un vencedor.

Cuando el padre de Deilinia fue sabedor de esto su celo y su furia crecieron enormemente y la recluyó al ultimo nivel del faro que habían mandado a construir para guiar a los marineros y allí vivió encarcelada por su propio padre. Al anochecer salía a los balcones a contemplar la luna, disfrutar de la brisa del mar y mientras tanto peinaba sus largos cabellos. Los marineros que se acercaban a la costa veían a la mujer que desde tan alto irradiaba su propia luz tan intensa como la de la luna pero de un reflejo rojizo anaranjado que los cautivaba haciéndoles perder el gobierno de sus naves y obnuvilados por el influjo de su belleza chocaban contra las piedras y los acantilados. 

Sucedió que navegaba cerca de allí un barco que había sido acosado y saqueado por piratas, su capitán Zurgayan había sido el único superviviente de la encarnizada escaramuza y aunque conservaba su vida, durante el combate perdió la vista tras un certero golpe en la cabeza que le hizo perder además el conocimiento. Creyéndose muerto, el marinero solitario no venía nada desde que despertó de su inconsciencia salvo un destello rojo fulgurante hacia el que dirigió su navío. Como hacía años que mareaba por los mares con aquel barco lo conocía perfectamente de proa a popa, de modo que lo orientó rumbo al destello rojo con la esperanza de encontrar allí reposo a su enorme pena en aquella noche perpetua en la que vivía. 
Al atardecer de uno de sus días de reclusión Deilina vio como se acercaba el barco de Zurgayan y se fijó como este se esforzaba por fijar las escotas, tensar velas y dirigir el barco hacia donde estaba ella. La jovencita gritó con todas sus fuerzas para avisar al marinero del peligro de las rocas pero no sirvió de mucho, la nave se precipitó sobre las rocas y finalmente se hundió en el agua. A pesar de ello Zurgayan nadó hasta la costa sin perder de vista el destello que lo guiaba. Las gaviotas del mar que contemplaron su hazaña solitaria supieron de sobra que quería subir hasta la cima de la torre y llenas de compasión lo levantaron en vuelo hasta dejarlo en el balcón del ultimo nivel. Cuando estuvo el uno frente al otro se examinaron mutuamente: Deilinia tenía frente a sí un hombre curtido por el mar, de piel tostada y tersa, cabellos ralos y secos por la sal, talle atlético; su postura denotaba seguridad y resolución y su semblante estaba fuertemente marcado por unos ojos vacíos que parecían ver más allá de donde miraba. Zurgayan estaba sorprendido pues el destello era ahora una candente silueta de mujer de proporciones cuidadas y extremadamente agradables, sencillamente perfecta. 
- ¿Quién eres y de dónde vienes?- preguntó la joven llena de curiosidad e intriga. 
- Me llamo Zurgayan,- dijo un poco extrañado al recibir aquella pregunta y el timbre de voz le tranquilizó el corazón pero excitó otros sentidos del marinero.-  hijo de Tagayan mercader del mar, la mala fortuna vino a cruzar mi camino con piratas y me despojaron de mi tripulación, mis mercancías y de mi vida.- explicó con tristeza como si se tratase de su ultima confesión. 
- Ni tripulantes ni mercancías pude ver cuando naufragaste en las costas frente al faro, pero os aseguro que conserváis la vida tanto como yo, como los guardas que custodian o como las aves que te trajeron hasta aquí. 

El marinero solitario seguía convencido de que estaba muerto, de modo que se sentó en el suelo y comenzó a hablar con aquella dulce luz. Zurgayan le contó infinidad de historias de sus viajes, sus aventuras, de tierras lejanas, de gentes extrañas. Deilinia se deleitaba con todas aquellas cosas que contaba y le hacía preguntas o pedía que dijera cosas en otros idiomas, parecía que nunca tendrían fin todas aquellas historias y el sol los sorprendió a los dos aun enredados en su larga conversación. 

Las mismas gaviotas que trajeron en volandas a Zurgayan se posaron en el alfeizar de la ventana y graznaron con sus voces para avisar al marinero de que se acercaban los guardias. Debía de huir pero no quería dejar a la pobre cautiva sola, sentía que el destino los había unido y podía sentir como el sentimiento de cariño era correspondido y de ninguna manera quería perderla nunca más de vista. Ella en cambio no quería que los guardias le dieran muerte, pues era orden expresa de su padre que se ejecutase a aquel que entrase en los aposentos de Deilinia. La joven lo alentó a marcharse y justo antes de que se fuera el regaló un tierno beso que le llenó al marinero el alma y lo recorrió entero. Sucedió en ese momento que por el amor que sentían el uno al otro Zurgayan recuperó la vista y viendo que entraban los guardias no lo pensó dos veces y tensó su arco y los mató a sangre fría. 
La historia dice que los dos se dieron a la fuga y que solo las gaviotas saben a donde se marcharon los dos enamorados. Y para que nunca se olvidase este suceso ellas mismas, dicen, que trajeron la gran campana de bronce que hay en el faro y con sus picos grabaron con tesón y habilidad cada uno de los hechos que cuento en esta historia. 

Cuánto hay de verdad en toda esta historia, no podría decirlo pero si estoy seguro de que la campana existe y todo el que lo desee puede verla y recordar la historia de Zurgayan y Deilinia.

1 comentario:

  1. Mi querido Jose, ya va más de medio año. Supongo que estarás disfrutando de un gran graaaaaan viaje.

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