viernes, 29 de junio de 2012

La fábula de los cuervos

No hay nada que me fascine más aquí en Orkrank que el mercado de mantas de Puerto Seco. Esta localidad está a varias horas de la costa y linda con los bosques de Kreistis y las Muelas de Hielo. Como curiosidad os contaré que el mercado de mantas no es un mercado común, aunque entre sus puestos podemos encontrar hiervas, fruta, especias o carne; es el único en todo el mundo donde se concentra la mayor cantidad y calidad de mantas que se puedan encontrar en cualquier región. Las hay de toda clase y para todos los usos, aunque aquí son expertos en hacer recias mantas para aguantar el crudo invierno, que en Orkrank es mucho más intempestivo y agresivo que en lugares más allá del archipiélago. 

Pues bien, es precisamente en Puerto Seco donde vive un viejo amigo que tiene una imprenta, oficio que aprendió de los artesanos del sur y al parecer el negocio no le ha ido nada mal. En muchas ocasiones subo hasta la ciudad con un montón de pliegos escritos a mano para que el me los pueda reproducir en sus máquinas y poder venderlos para sacar algún dinero con el que seguir tirando. 

Hoy mismo he recibido terminado un pequeño librito de fábulas infantiles que los padres cuentan a sus hijos para, de algún modo, explicar de forma un poco inocente las cosas son como son. Mi favorita para contar en las noches a la luz de la hoguera es la la fábula de los cuervos. 

Cuentan, que hace mucho tiempo, cuando las personas aun no sabían hablar y las aves habían empezado a dominar el fabuloso arte del vuelo, los cuervos eran de color blanco y acostumbraban a comer frutas de los árboles e incluso degustaban el nectar de las primeras flores. Eran aves de naturaleza curiosa y siempre buscaban algo nuevo que probar sin pensar en los riegos o las consecuencias que pudiera ocasionar. De esa manera el cuervo se granjeó buena fama y entre los hombres fueron felices mucho tiempo, ya que las personas disfrutaban llevando a los bosques algunos bocados para ver como los cuervos los comían sin remordimientos. 

Todo esto sucedió durante años de abundancia y riqueza. Pero como todos sabemos la riquiza conlleva posesión y las posesiones, envidia y codicia, que terminan por degenerar en disputas, y las disputas en batalllas qye más tarde traen solo miseria y tristeza. 
Fue así como los cuervos, que habían empezado a disfrutar más de las golosinas que les regalaban las personas frente a los sabores que les ofrecía el campo, y que veían que no volvía nadie a traer pan con miel o trigo y pasas, empezaron a sucumbir a sus antojos y decidieron robar a hurtadillas de las pilas de desechos. Un trocito de tocino por aquí, una cáscara de fruta por allá.

Se acostumbraron a ese estilo de vida, a aprovechar lo que quedaba, a vivir de las sobras y fue durante un saqueo en un poblado, el más cruel y despiadado que se pueda imaginar que los cuervos, al regresar, hambrientos todos se dieron un festín con las victimas que habían quedado incineradas y sus cenizas tiznaron sus plumas del negro azabache por siempre jamás para recordarnos su voracidad, su falta de escrúpulos y de respeto. 

Es por ello que los consideramos signos de mal agüero y portadores de miseria y conflictos.

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