miércoles, 1 de junio de 2011

Niños, hombres y animales. ¿Cómo convertirse en un adulto?

Como ya dije en otra ocasión los recebitas somos pastores de toros, cabras, muflones, corzos... hemos sometido a todos los animales salvajes de nuestro territorio y ahora forman una parte inseparable de nuestra vida. Los guiamos por los campos según las estaciones para procurarles buena comida, los sanamos cuando enferman y los protegemos de las grandes rapaces que los amenazan. Mientras tanto ellos nos ofrencen comida, pieles y huesos y cuernos para utensilios. 

Un buen ejemplo de lo importantes que son para nosotros se aprecia en las populares fiestas de la madurez. Para que los jóvenes puedan ser reconocidos como hombres en pleno derecho por el pueblo han de someterse a las pruebas tradicionales de su región y en algunos casos superarlas con vida. Como recompensa se les otorga el privilegio de contraer matrimonio y de poseer tierras y cabezas de ganado. En cada lugar la prueba es muy diferente, pero es un hecho común a todos los recebitas que para superar esa transición entre joven y adulto se ha de superar esa prueba por la que todos, excepto los primeros padres, han pasado.


Así por ejemplo en el sur antes de la llegada del verano  y que se esquilen a los toros lanudos, los pastores dan la oportunidad a los valientes jóvenes a montarlos. Estos animales son muy tranquilos, pero no soportan que les tiren del pelaje. Cuando eso suceden montan en cólera y forcejean y empujan para deshacerse de la molestia. Los chicos han de aguantar hasta que el animal se canse o bien esperar a que todos los presentes terminen de cantar una antigua canción festiva para esas ocasiones. En otros poblados más belicosos, también del sur, los jóvenes han de matar al toro en lugar de montarlo. Esta prueba es sumamente peligrosa y cuando se supera se celebra un banquete honor al "antiguo toro y al nuevo hombre" como suelen decir. La sangre del animal se guarda y al día siguiente se usa para escribir vítores, alabanzas o incluso frases de amor en lienzos largos que colgarán en estandartes o molinos del lugar a la vista de todos. En cualquiera de los dos casos y la mala suerte se ceba con el chico, el animal será llevado hasta el mar y se lanzará desde los acantilados para recibir la misma suerte que el joven muerto.

Un poco más al norte, en las onduladas tierras donde se crían ovejas y cabras, los jóvenes tienen que procurar sin ser vistos robar una cabeza de ganado durante la noche. Los que son sorprendidos son severamente castigados y avergonzados luego públicamente. Esta costumbre es una de las razones por las cuales muchos pueblos de las colinas están tan enemistados unos contra otros. Normalmente los chicos suelen ir en grupos pequeños a asaltar los rebaños, pero los hay muy osados que se han atrevido a hacerlos solos. Es un gran orgullo haberlo hecho solo, pero también un gran riesgo que correr teniendo en cuenta que las cabras y muflones son animales muy valerosos, testarudos y arrojadizos.

En el norte, cerca de las estepas, la prueba consiste en cazar vivo un ciervo macho. Allí, muchos ciervos se les mantiene en libertad y se cazan vivos para juntarlos durante la época de celo con las hembras que viven en cautiverio. Así las nuevas generaciones nunca perderán la energía y las cualidades de los ciervos salvajes. Además, para saber qué ciervos han pasado ya por las hembras del rebaño se les corta una punta de los cuernos. A golpe de vista se puede saber si ha sido cazado contando las puntas de cada asta, así se evita que sean cazados por segunda vez y desarrollen miedo hacia los hombres. A cambio el joven fabrica un regalo con el cuerno que regalará a la joven con la que desee desposarse.


Bueno, yo en  mi caso tube que ir a robar junto con varios amigos al pueblo vecino. A pesar de las quejas de ellos yo iba silbando por el camino desde que salimos de casa. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando a mitad de camino nos dimos cuenta de que nos seguían una veintena de cabras. Paré de silvar y todas empezaron a esparcirse a orillas del sendero y a tumbarse. El volver a silbar se levantaban y se acercaban más a mi pero manteniendo las distancias. Cuando nos percatamos de ello empezamos a cantarles y nos las llevamos alegremente a todas con nosotros al poblado. Tiempo después me llegó la noticia de un pastor al que le robaron gran parte de su ganado mientras el soñaba que una jovencita le cantaba dulces canciones. 

Si fue ese mismo hombre al que encontramos, no tengo ni idea, pero sin quererlo ni beberlo conseguimos gracias a la suerte pasar airosos la prueba.  

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