martes, 8 de marzo de 2011

El mar

Al sur de mi Rezbeom natal se extiende un violento mar que golpea sin cesar contra los escarpados acantilados del golfo al que llamamos Guenu,  el Desfiladero del Fin del Mundo, que divide el mundo según nuestras creencias en el reino de los hombres y el reino de las fieras y los mostruos.
La inmensa animadversión que sentimos hacia el mar está enraizada en nuestro folclore. Para nosotros el mar no es la fuente de riqueza que supone para las gentes de Orkrank, la despensa que llena las mesas de este país que mira al mar con espernanza y valentía. Es todo lo contrario. El mar es el origen de todo mal, el lugar de donde nacen los espíritus que nos atormentan y a donde acaban nuestros difuntos. Es la masa que hay que aplacar a toda costa para que no estienda sus salados brazos sobre nuestros pastos y nuestras casas.

La historia cuenta que Fentios era un señor muy poderoso que tenía un arma con la que sería capáz de someter al enemigo más temible, pero nunca encontró rival que mereciera la pena soble el que usar aquel destructivo poder.  El secreto estaba guardado en una ánfora que guardaba bajo su cama y que emitía un susurro himnotizante. Fue un regalo de un anciano que le dijo a Fentios "Si la guardas podrás usarla para eliminar al hombre que más te estorbe, y podrás convertirte en el rey de un reino eterno". Y durante años la guardó y coustodió con celo a la espera de hacer buen uso de aquella herramienta tan poderosa.
Velmenia era la esposa de Fentios. Sufría una gran pena porque su marido se estaba convirtiendo rápidamente en un anciano decrépito y demente que solo volvía de las guerras para abituayar a sus ejércitos, siempre andaba en campañas mientras ella vivía sola en palacio. Sabía perfectamente que la razón de que Fentios hubiera hubiera tornado en locura era la increible confianza que había nacido en él al sentirse semejante a un dios por tener aquel secreto en el ánfora guardado.

Los años pasaron y Fentios se convirtió en un poderosísimo gobernante, mas no supo gobernar el corazón de su esposa, quien aborreció incluso dormir en el mismo lecho o comer en la misma mesa que su marido. Velmenia había encontrado reposo a sus penas en Gaucón, el vigía de la torre más alta de palacio. Allí en aquella torre pasaban las noches enteras hablando o cantando mientras Gaucón tañía su arpa.

Cuando Fentios supo de aquella profunda amistad ya era tarde, pues había tornado en amor y Gaucón y Velmenia se querían de forma incomparable al fingido amor que sintió Fentios por ella. Colérico y celoso el gobernador de reinos fue a buscarlos pero encontró la torre vacía. Habían huido. Fentios, con su ánfora en mano, los siguió al galope en un carro formidable tirado por los dos mejores aurigas del reino, consiguió darles pronta caza y cuando se disponía a abrir el ánfora dijo con tono severo e imperioso:"Gaucón, vigilante de mi corte, fuiste leal hasta el día en que pretendiste a mi esposa, pero se yo bien que ella no te quiere y es un amor vestido de falsedad lo que siente por ti. No te ama por tus méritos, si no por mi ausencia. Velmenia tu esposo te va a salvar de las garras de las garras del que nunca te amó". Destapó el ánfora y de la boca como una cascada nacieron infinitas serpientes verdes y azules que se abalanzaron sobre el rey. 

La pareja presenció como Fentios sucumbía entre gritos de agonía y desesperación por deshacerse de las ataduras que lo oprimían. Los aurigas reales prestos montaron a la pareja atónita y tomaron rumbo al castillo. De camino los aurigas revelaron su identidad pues eran en verdad Munios, la Verdad, y Ligartas, la Justicia; y explicaron la realidad de todo a los enamorados: "Las serpientes de las profundidades del océano han matado a tu antiguo esposo Velmenia porque se ha llegado a convertir en su propio enemigo, su mal juicio ha destruido su matrimonio y a su reino pues el ánfora guardaba un poder que lo hubiera protegido si no hubiera sido tan avaro. Ahora nadie puede tapar esa ánfora y más aun es que las serpientes que han comido la carne de Fentios ahora son tan malvadas como lo fue él. Se convertirá como pago por su castigo en el Rey del Océano y del mundo de lo invisible, y para que no vuelva y ande siempre ocupado sabed que tendréis que ofrecer a vuestros difuntos para aplacar la ira y arrogancia del déspota."

Las incontables serpientes que de allí salieron se convirtieron en el mar y Fentios en el Señor del Mundo de los Muertos cuyo espíritu está ligado a las serpientes marinas que aparecen siempre tras de si en las estatuas de piedra de los acantilados del sur.

No hay comentarios:

Publicar un comentario