lunes, 28 de febrero de 2011

Reinados de Balduner

La verdad es que tengo que pedir que me perdonen por la tardanza, pero he de confesarme culpable y solicitar vuestro perdón por haberme demorado tanto en volver a contar las historias que había prometido contar a cerca de mis viajes.

Hoy os hablaré de Balduner, el Reino de los Reinos, o el Imperio de los Reinos. Se trata de un país dividido en una miríada de regiones, que ellos llaman Adelbas, que se disputan las casas nobles del reino. Para que se haga una idea una adelba lo componen una urbe, sea del tamaño que sea, un lugar santo y unas tierras de la que extraer un beneficio. La importancia de las adlebas hace que una casa sea más o menos importante dentro de los círculos de la nobleza balduina. Yo que pasé varios años en la corte de los Velmsios puedo dar fe de la importancia de poseer esos lugares y de las carambolas y estrategias que se fraguan en el complejo juego de las casas de Balduner.

Las respuestas a esta situación se encuentran mirando al pasado, alrededor de mil quinientos años atrás del día en que hoy os cuento esta historia que escuché de boca de uno de los tutores del príncipe de la casa de los Velmsios.
Balduner era hijo de una importante familia de un pueblo guerrero que descendía de una civilización más antigua que el relato que os cuento y que muy pocos saben algo cierto de ella. Balduner, al igual que todos los de su pueblo, creció escuchando las historias de esa antigua civilización llamada Helénika. Este pueblo había conseguido extender su poder por montones de rincones del continente, pero desgraciadamente se dividió y el tiempo borró sus huellas de la faz de la tierra que pisamos. Aun así las palabras perduraron como las montañas y las historias no murieron, al contrario, despertaron en el joven Balduner el deseo de imitar a los helénikos y levantar un imperio, pero que por contra no se desmoronara y perdurase durante edades.

Esa idea lo embargó hasta tal punto que no dejó de llevar a cabo su sueño hasta que pereció. Por aquel entonces ya era dueño de casi todo lo que comprende hoy el reino que lleva su nombre y su hijo Dalmipa fue nombrado heredero y tornó su nombre por el de Balduner II el Emperador de Balduner. De modo que continuó con el legado de su padre conquistando tierras y pueblos bajo el estandarte de su casta. La historia se repitió dos generaciones más y en la siguiente Balduner V en su testamento dividió el reino en seis partes, una para cada uno de sus hijos. En ese momento hermanos, primos, tios y otros familiares aprovecharon esto para reclamar el trono, la gloria y las riquezas argumentando poseer una sangre más pura y parecida a la de Balduner I y por lo tanto más digna de poseer el imperazgo. Bajo esta escusa se ampararon y se cometieron atroces asesinatos, se concertaron matrimonios de conveniencia y se levantaron juramentos que fueron rotos o lealmente cumplidos.

Y ahí empezó el juego que hasta hoy dura y que enfrenta a unas y otras casas. Una basta red de rencillas, lealtades, venganzas, traiciones y secretos que los enfrentan y unen. Un juego muy complejo en busca del poder y que solo ellos entienden.

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